Héctor Poleo (1969) Et tout reprend et reprendra. 130 x 130 cm.
Según Alfredo Boulton (1986), la última etapa de la obra de Héctor Poleo desarrolla desde 1960. Se caracteriza en primer lugar por un abandono parcial de la composición lineal (aunque en algunas obras la reutiliza) que había acompañado a la etapa anterior. Se desarrollla un nuevo estilo formado por rostros humanos reducidos a sus trazos esenciales, manchas de colores en transición y figuras orgánicas que se pueden asociar a lo vegetal. En otros casos se presentan perfiles humanos con deformaciones craneanas similiares a los que se pueden encontrar en la pintura egipcia.
Esto va asociado a un cambio en la técnica pictórica que hace posible estas novedades: sustituirá el óleo por la caseina y el acrílico. La caseina es un aglutinante derivado de la leche que ofrece una gran resistencia del color al paso de los años y amerita una ejecución rápida de la obra ya que seca en 24 horas. El acrílico tambien tiene esta particularidad, por otra parte ambas pinturas tienen una menor capacidad de cubrimiento que el óleo por lo que necesitan una mayor certeza de ejecución. Sobre el uso de estos materiales y su nuevo estilo, afirma Alfredo Boulton (1986): "cuando comenzó a utilizar la caseina y el acrílico, fue cuando dio a sus telas una mayor ambientación poemática en la intención general de la imagen, configurando increibles espacios ambientales de manchas abstractas" (p. 83). Un ejemplo de estos novedosos ensayos es la obra Et tout reprend et reprendra en la que un perfil femenino y uno masculino se oponen, como a punto de besarse. Una bruma gris y rosada con detalles de alta luminosidad recubre a estas dos figuras, otorgándole al cuadro una sensancion etérea y misteriosa. En el caso de la obra La rose (abajo a la derecha, 1966, 54 x 65 cm), se puede decir otro tanto: un perfil femenino emerge de un fondo rosado que parece desvanecerse. Este perfil tiene las señas de una obra egipcia (El ojo representado está de frente y no de lado, como lo exige la perspectiva). Llama la atención cierto aspecto al estudiar el conjunto de la obra de Héctor Poleo. El artista comenzó con una visión muy particular del campo y desarrolló casi paralelamente una obra surrealista que se valía de muchos signos de la realidad. Con el pasar del tiempo estos signos se estilizaron gradualmente, para sobrevivir sólo algunos (los perfiles, las cabezas achatadas) y la atmósfera de las obras ganó importancia, dejando de lado el objeto de representación. ¿Por qué? Nos aventuramos a pensar que, en su afán de comunicar, el gran artista ignoró su lenguaje para adentrarse en las sensaciones y las emociones, las cuales se viven y no se interpretan. Tal como los estudiosos señalan, abandonó la anécdota, para transmitir otra cosa, más parecida a las sensaciones procuradas por los sueños. Parece adecuado recordar cierto soneto de Jorge Luis Borges titulado El sueño: "(...)¿Por qué es tan triste madrugar?/ La hora nos despoja de un don inconcebible,/ tan íntimo que sólo es traducible / en un sopor que la vigilia dora/ de sueños (...)".Referencias bibliográficas:
Boulton, A. (1986) Poleo. Milan: Ediciones Macanao y Alfredo Boulton.
Elgar, F. (1970) Poleo. Caracas: Ediciones Armitano.
Diehl, G. (1989) Poleo. Caracas: Ernesto Armitano Editor.
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