lunes, 25 de mayo de 2009

Héctor Poleo y la atmósfera del sueño

Héctor Poleo (1969) Et tout reprend et reprendra. 130 x 130 cm.


Según Alfredo Boulton (1986), la última etapa de la obra de Héctor Poleo desarrolla desde 1960. Se caracteriza en primer lugar por un abandono parcial de la composición lineal (aunque en algunas obras la reutiliza) que había acompañado a la etapa anterior. Se desarrollla un nuevo estilo formado por rostros humanos reducidos a sus trazos esenciales, manchas de colores en transición y figuras orgánicas que se pueden asociar a lo vegetal. En otros casos se presentan perfiles humanos con deformaciones craneanas similiares a los que se pueden encontrar en la pintura egipcia. Esto va asociado a un cambio en la técnica pictórica que hace posible estas novedades: sustituirá el óleo por la caseina y el acrílico. La caseina es un aglutinante derivado de la leche que ofrece una gran resistencia del color al paso de los años y amerita una ejecución rápida de la obra ya que seca en 24 horas. El acrílico tambien tiene esta particularidad, por otra parte ambas pinturas tienen una menor capacidad de cubrimiento que el óleo por lo que necesitan una mayor certeza de ejecución. Sobre el uso de estos materiales y su nuevo estilo, afirma Alfredo Boulton (1986): "cuando comenzó a utilizar la caseina y el acrílico, fue cuando dio a sus telas una mayor ambientación poemática en la intención general de la imagen, configurando increibles espacios ambientales de manchas abstractas" (p. 83). Un ejemplo de estos novedosos ensayos es la obra Et tout reprend et reprendra en la que un perfil femenino y uno masculino se oponen, como a punto de besarse. Una bruma gris y rosada con detalles de alta luminosidad recubre a estas dos figuras, otorgándole al cuadro una sensancion etérea y misteriosa. En el caso de la obra La rose (abajo a la derecha, 1966, 54 x 65 cm), se puede decir otro tanto: un perfil femenino emerge de un fondo rosado que parece desvanecerse. Este perfil tiene las señas de una obra egipcia (El ojo representado está de frente y no de lado, como lo exige la perspectiva). Llama la atención cierto aspecto al estudiar el conjunto de la obra de Héctor Poleo. El artista comenzó con una visión muy particular del campo y desarrolló casi paralelamente una obra surrealista que se valía de muchos signos de la realidad. Con el pasar del tiempo estos signos se estilizaron gradualmente, para sobrevivir sólo algunos (los perfiles, las cabezas achatadas) y la atmósfera de las obras ganó importancia, dejando de lado el objeto de representación. ¿Por qué? Nos aventuramos a pensar que, en su afán de comunicar, el gran artista ignoró su lenguaje para adentrarse en las sensaciones y las emociones, las cuales se viven y no se interpretan. Tal como los estudiosos señalan, abandonó la anécdota, para transmitir otra cosa, más parecida a las sensaciones procuradas por los sueños. Parece adecuado recordar cierto soneto de Jorge Luis Borges titulado El sueño: "(...)¿Por qué es tan triste madrugar?/ La hora nos despoja de un don inconcebible,/ tan íntimo que sólo es traducible / en un sopor que la vigilia dora/ de sueños (...)".

Referencias bibliográficas:

Boulton, A. (1986) Poleo. Milan: Ediciones Macanao y Alfredo Boulton.

Elgar, F. (1970) Poleo. Caracas: Ediciones Armitano.

Diehl, G. (1989) Poleo. Caracas: Ernesto Armitano Editor.

martes, 19 de mayo de 2009

Pablo Benavides: paisajista moderno

Pablo Benavides. Vivero con claveles. (1981) 40 x 50 cm

El maestro Pablo Benavides nació en Caracas, en 1918, año en que ya el Círculo de Bellas Artes había dejado de reunirse. Cuando comenzó sus estudios de pintura en las Escuela de Artes Plásticas a la edad de 27 años (Calzadilla, 1999) tendría como profesores a antiguos integrantes del Círculo (Antonio Edmundo Monsanto, César Prieto) y a Marcos Castillo, un poco más joven que los anteriores. De los primeros, tomaría el gusto por pintar paisajes del natural, y del segundo la consciencia de la importancia del color.


Como pintor de paisajes hay que notar la importancia de la luz en su obra. Sobre esto, el artista expresó "En la pintura, intento que la luz se proyecte desde el cuadro y no hacia el cuadro, para hacer de la luz un objeto concreto" (Calzadilla, 1999, p. 37). Más adelante el artista explica que es el color el que permite crear esta sensación de luminosidad. Es notoria la tendencia al equilibrio entre colores fríos y cálidos y el uso de colores que pueden escapar del estricto naturalismo.

Por otra parte, se debe señalar la particularidad de la textura en las obras del maestro. Uno de los instrumentos preferidos por él es la espátula dentada, la cual, según declaró, "...deja una estela, una textura corrugada a su paso por la superficie del cuadro (...) El resultado es que ella hace que la luz vibre en el cuadro." (Calzadilla, 1999, p. 38). Y no sólo vibra la luz, la superficie de las cosas tambien se vuelve etérea, otorgándole ese aspecto tan decisivo en la obra de Benavides.


Referencias bibliográficas
Calzadilla, J. (1999) Pablo Benavides. Caracas: Armitano Editores.



Pablo Benavides. Laguna. (1957) 55 x 78.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Figurativo contemporáneo: Alexis Fernández Salazar

Nace en Caripito, estado Monagas, en 1969. Desde el año 1988 hasta 1995 acudió a numerosos talleres de dibujo y escultura ofrecidos por la escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas, Fundarte, Escuela de Artes Visuales Federico Brandt, Taller Antonio Herrera Toro y el Ateneo de Caracas. A partir de 1996 hasta la actualidad el artista continúa su formación de manera autodidacta, lo cual evidencia su constante preocupación por enriquecer su particular universo iconográfico. El día de hoy, el Alexis Fernández ya ha expuesto sus obras en importantes galerías de Venezuela, El Salvador, Panamá, Puerto Rico, Estados Unidos, y España y tiene en su haber un lenguaje con señas propias en el panorama del arte nacional. También ha sido reconocido con el primer premio en el VIII Encuentro Nacional de Pintores (Maracay, Venezuela, 1993) y el Premio Nacional Joven Artista, otorgado por la Fundación Venezolana de Artes Plásticas (1996).

Una de las características más admiradas de su obra es la concatenación del espacio real y el imaginario, del dibujo realista y del dibujo estudiadamente primitivo, de las figuras verosímiles y las situaciones de ensueño. El artista logra el equilibrio de estos opuestos abordando el tema de la niñez en muchas de sus obras. En estos casos los protagonistas son niños y niñas que parecen proyectar su desbocada imaginación en los objetos que los rodean: metras de colores, caballos de juguetes y cuadros que ellos mismos muestran al espectador en pose estática. Estos cuadros son otro espacio en el que el artista desarrolla un tema diferente del resto de la obra, estimulando la capacidad del espectador de hacerse preguntas sobre la imagen, llevándolo a imaginar.

Los significados esenciales de las obras de Alexis Fernández son la casa, la niñez, la imaginación, el juego y la virtualidad del espacio. Ha construido una imaginería que exalta una etapa de la vida cuyos valores no parecen relevantes ante la crisis económica mundial y la intolerancia política en ciertos países. Sin embargo, la niñez expuesta por Fernández tiene la virtud de sustraernos de la falta de vitalidad cotidiana y de hacernos recordar las gracias de la fantasía.

martes, 12 de mayo de 2009

Dos bodegones venezolanos

El bodegón es un género de la pintura que representa objetos de la vida diaria en un lugar escogido por el artista. Estos objetos son precisamente dispuestos con la finalidad de crear armonía de forma y color. El bodegón puede retratar flores, frutas, implementos de cocina, entre otras cosas y suele observar un gran realismo en la técnica.
Galería San Francisco cuenta con hermosos bodegones de frutas venezolanas. Estas pinturas son de gran tamaño (oscilan entre 130 cm de largo y 100 cm) y se caracterizan por tener atmósferas cálidas y usar colores intensos. Están compuestas siguiendo el esquema fotográfico del plano detalle en el que un objeto pequeño es retratado ocupando todo el espacio de representación. Esto confiere un estilo exhuberante e hiperrealista a la pintura.
Por ahora ofrecemos dos imágenes de nuestros bodegones.

Antonio del Rosario, Zapotes y Mangos (2000) 80 cm x 130 cm.


Freddy Ontiveros, Bodegón con patilla (Sin fecha) 90 cm x 130 cm.

viernes, 8 de mayo de 2009

Dos miradas del Ávila

Francisco Fernández. El Ávila.

Si existe un tema interesante en la historia de la pintura venezolana, es la evolución del Ávila como objeto de representación. El Ávila se convirtió en tema favorito de los artistas venezolanos desde tiempos del Círculo de Bellas Artes (asociación de artistas y escritores que se desarrolló en Caracas entre 1912 y 1914). Los pintores del círculo se rebelaron contra los postulados clasicistas de la Academia de Bellas Artes de Caracas, para acercarse a una de las corrientes francesas de finales de siglo XIX: el post impresionismo. Entre las preocupaciones post impresionistas, figura la aplicación de las teorías científicas del color y la luz tamizadas por el subjetivismo de cada artista; también hay que anotar el interés por pintar del natural, es decir, en plena observación del objeto de estudio.

Si bien el Círculo de Bellas Artes tuvo una breve duración, Alfredo Boulton (1972) señala que sus postulados serían retomados por las generaciones sucesivas, las cuales tendrían predilección por el estudio del paisaje y convertirían en académicas las ideas que anteriormente fueron de vanguardia. Como uno de los representantes de esta generación, se puede mencionar a Francisco Fernández.

Francisco Fernández nació en el estado Apure en 1897. En 1911, comenzaría sus estudios en la Academia de Bellas Artes. Cuatro años después recibiría una beca para estudiar en Barcelona, España, lugar desde el cual viajaría a París, donde vivió por un tiempo. En 1824, regresó a Venezuela. Uno de sus temas favoritos sería el estudio del Ávila, al cual caracterizaría con una alta luminosidad.

Francisco Fernández, Quebrada de Caurimare (1970)

Al otro lado del siglo, Francisco Vadillo

Francisco Vadillo, español de nacimiento y artista contemporáneo, será otro pintor abocado al Ávila como motivo. Tanto, que sus cielos azul celeste, y su montaña violeta claro rodeada de los verdes campos de Golf han dejado una impronta en la iconografía del parque nacional. Ante el gran incapié que hicieron las generaciones de principio del S. XX en pintar del natural, resulta curioso que este artista viva en España. Él, por el contrario de sus sucesores, pinta de memoria. Podemos inferir que es esa memoria ligada a las emociones, a los sentidos, la que le impele a recrear con nostalgia la grandiosa montaña venezolana. El resultado es un Ávila radiante, una ciudad que se asoma despojada de sus taras urbanas.

Francisco Vadillo. Valle arriba.


Francisco Vadillo, Mañana luminosa (el Country)
Referencias bibliográficas:
Boulton, A. (1974) Historia de la pintura en Venezuela. Tomo III. Época Contemporánea. Caracas: Ernesto Armitano Editor.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Libertad de flores

Luis Alfredo López Mendez, Rosas (1975)

En la pintura europea del siglo XVI, las flores como tema simbolizan la brevedad de la belleza y, cercana a este concepto, la fugacidad de la vida. Las rosas son hermosas… y precarias. En la pintura venezolana del s. XX el tópico de las flores, ya con significado o sin él, ofrece al artista la libertad para experimentar con el uso del color, la textura, la luz y la forma.

Para compartir con ustedes la versatilidad de este tópico, hemos escogido algunas fotos de las obras de nuestra colección que resaltan por su maestría y riqueza interpretativa.


Thomas Golding. Sin título (1970

Marcos Castillo. Sin título (circa 1960)

Francisco Narváez. Sin título. Sin fecha.